viernes, 28 de junio de 2013

El destino, ¿azar o voluntad?
Dícese que el destino es aquella fuerza sobrenatural que actúa sobre los seres humanos y los sucesos que toman lugar en su vida. Es aquella serie de acontecimientos inevitables, de los cuales el ser humano no puede escapar. En el cuento “El Libro” de la autora Sylvia Iparraguirre el destino es representado como un libro. El protagonista encuentra el ejemplar en el baño de una estación de tren y al leerlo, descubre episodios de su pasado y acontecimientos que recién fueron hechos. El relato plantea que el destino no es algo más que algo ya prescrito y simplemente niega el azar.
En el cuento, la noción de mundos paralelos, el físico y el metafísico, es presentada mediante el libro y el espejo. Ambos elementos representan un puente entre estos dos mundos. Al igual que éstos dos, el reloj juega un rol importante en la narración. Este elemento da a conocer lo prescrito, lo descrito y también lo percibido por el personaje, es decir, el reloj crea otro puente entro lo físico y lo metafísico. Los espacios en los cuentos son privados e íntimos; abarcan desde la estación, hasta un cubículo.
El relato plantea la noción de autor y el conflicto de la existencia que causa este concepto en el individuo. El libro es anónimo, no posee ninguna referencia sobre su procedencia. Este no saber quien escribe el ejemplar conduce al protagonista a la sensación de miedo y angustia. Miedo porque no quiere seguir leyendo, pero a pesar de éste, el personaje siente curiosidad por lo que está escrito, pero su miedo es más fuerte, por ello, el individuo deja el libro en el baño y reprimió su deseo de conservarlo. Lo más probable es que el protagonista sienta que la vida no tiene sentido si sabe que es lo que pasará en su futuro.

Luego de analizar este reflejo entre el mundo físico y el metafísico y comprender que existe un puente entre ellos, comprendemos que también hay una manera de saber qué es lo que sucederá. Todo lo que realizamos y las decisiones que tomamos ya estaban destinadas a pasar, es decir, no tenemos ningún poder sobre las acciones que realizamos, ninguna libertad de elección, ni tampoco oportunidad de decisión. En pocas palabras, el destino ya está hecho y escrito y las palabras preceden a los hechos.